Occidente y su liderazgo se han empecinado en desconocer todo lo que no constituya en esencia su sistema político con base en la democracia. / Comprender el surgimiento de China concierne al conocimiento de su sistema político.
China se apertura y el mundo reconoce su potencial económico —quizás hoy el más poderoso—, su modelo de desarrollo, su sistema político y su diplomacia. China soporta su sistema de liderazgo y gobierno en la meritocracia, una mezcla sobrellevada en méritos y experiencias con bases fuertes en democracia. El sistema político chino sobre el que reina hoy Xi Jinping, está constituido por ideales negados en occidente.
Desde mediados del siglo XX ha existido una especie de consenso en Occidente: solo existe una manera de votar líderes mediante elecciones democráticas; todas las demás formas son descalificadas y estimadas entre dictaduras que reprimen derechos humanos y libertades individuales y autoritarismos con poder centralizado y absoluto.
China es un país muy grande, diferente, pero con una especie de consenso entre élites políticas y reformistas en la que no hay una única manera de elegir líderes. Allí todo depende del nivel de gobierno, el más bajo en los pueblos en los que se reconoce a los lideres y su conducta, su conocimiento, capacidad y probabilidades de ser incorruptible. Pero cuanto más se asciende, la relación con el líder se torna más distante y la gente pierde información valiosa para hacer juicios críticos políticos. Se sucede entonces el camino del ascenso a las bases medias mediante la virtud que es la condición honesta y decorosa que nos conduce a hacer el bien de manera constante, y la confianza, que es la firmeza con que enfrentamos valores fundamentales en colaboración y relaciones interpersonales. Aquí es donde Occidente se pierde.
En el nivel más alto la situación es más compleja, allí están los responsables de la toma de decisiones del mas alto nivel del gobierno en China; ciencias económicas, medioambientales, políticas, históricas y filosóficas tienen gran mérito y tras un largo periodo de formación y participación en instancias menores aumentan las probabilidades de que los lideres tomen decisiones bien fundamentadas.
China idealiza su alto nivel de poder con base en la meritocracia política, por supuesto, tiene sentido si vemos lo que ya existe, la idea de que en el sistema político se debe aspirar, seleccionar y promocionar a los funcionarios con capacidad de confianza y virtud superior a la media. En la práctica, los lideres tienen décadas de formación ideal, comprobados logros en funciones políticas en provincias pobres y ricas que les permitirá ser elevados al nivel superior del gobierno.
Escuelas y universidades utilizan los criterios de virtud y confianza como constructores de competencias para dar sentido a la formación de lideres políticos. En los niveles más bajos de la población la democracia funciona con éxito, pero en niveles medios y superiores la confianza y la virtud constituyen todo. No implica que todo este del todo bien.
La experimentación en niveles intermedios hace enriquecedor el poder político de China. Tan grande es el ideal de meritocracia que ha trasformado y re – institucionalizado todo su sistema político y social con base en las reformas económicas que priman sobre todo lo demás.
La gran revolución cultural, su década de transformación (1966 a 1976), extinguió la burocracia y estableció la meritocracia como fortín de su sistema político. China se orientó hacia un sistema de gobierno dirigido por virtuosos e inteligentes para la toma de decisiones justas y sabias, libres de pasión y manipulación. La exclusión de las masas que ejercían opinión sin conocimiento filosófico y político motivó la asistencia al servicio y la educación como reconocimiento suficiente para hacer parte del sistema.
En Occidente, la condición de virtud como soporte de la meritocracia, en países como el nuestro, no soluciona los problemas contemporáneos. El interés político infiltra la meritocracia que con generalidad confluye en actos de corrupción y deshonestidad. La pésima mal interpretación de los derechos y deberes ciudadanos, genera una tendencia a reclamaciones sólo en derechos y deja incompleto el sistema. El deber ser del ciudadano se pierde en las limitaciones propias del sistema de gobierno y sólo ofrece oportunidad a la voracidad de partidos políticos de todas las ideologías que confluyen en los mismo vicios y desprestigios.
China perfecciona su modelo; todas las provincias han logrado incluirse en el sistema meritocrático desde un principio de igualdad, hombres y mujeres con las mismas posibilidades educativas y oportunidades de exámenes para ejercer como funcionarios públicos y promover a los mejores.
Entender el sistema político de China, implica también trascender su historia, algo más de dos mil años en ideales económicos, políticos y culturales. Grupos de estados resistidos fueron combatidos por intelectuales que asesoraban y persuadían. Grandes pensadores como Confucio son indiscutibles no como políticos, pero si como trasformadores desde la virtud y la confianza. Eliminaron imposiciones legalistas y se alejaron de la acumulación de poder y la expansión territorial, impidieron el miedo y la fuerza militar como correctivo para controlar.




