El moralismo selectivo de los líderes de la UE ha dañado su credibilidad y la de los europeos, sobre todo ante el Sur Global. El sistema de elección de sus miembros, que premia a los halcones más ruidosos, desprecia la democracia y sustituye la estatización por la pose en las redes sociales. Europa continúa perdiendo su lugar ante el mundo. EEUU, China y Rusia ya la convierten en la expresión más vívida del deslizamiento general de Occidente hacia la kakistocracia: el gobierno de los peores, los menos cualificados y los más inescrupulosos.
La “perla” más desbordante de la incapacidad europea la expresa Kaja Kallas, ex primera ministra de Estonia -un país de tan solo 1,4 millones de habitantes- y ella, Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores. Una personificación de la tóxica mezcla de incompetencia, irrelevancia y absoluta estupidez de la UE.
Kallas posee una profunda hostilidad hacia Rusia que roza la obsesión: “La UE quiere que Ucrania gane esta guerra”, “si no ayudamos más a Ucrania, todos deberíamos comenzar a aprender ruso”; desestimó y calificó como “trato sucio” las políticas de Trump. Kaja no es considerada por EEUU y por consideración del secretario de Estado, Marco Rubio. Kallas se presenta equívocamente como una alta representante dedicada a un solo tema.
Su retórica agresiva y unilateral rompe más la ya golpeada UE; Hungría, Eslovaquia, España e Italia han caído en su desacertado comportamiento de querer hacer creer al mundo que la guerra en Ucrania es de la UE con Rusia. Ella actúa repetidamente como si hablara en nombre de todos los europeos: un enfoque verticalista y antidemocrático, sintomático de una tendencia autoritaria más amplia, impulsada por von der Leyen.
A pesar de sus proclamas de defensa de la democracia, la propia Kallas carece de mandato democrático. No solo nunca fue elegida para su cargo actual, sino que su partido, el Partido Reformista de Estonia, obtuvo menos de 70.000 votos en las últimas elecciones al Parlamento Europeo, lo que representa menos del 0,02 % de la población europea. Sin embargo, Von der Leyen ha llenado su Comisión con estos funcionarios bálticos afines —procedentes de una región de poco más de seis millones de habitantes— para ocupar puestos clave en defensa y política exterior. Estos nombramientos reflejan una alineación estratégica entre las ambiciones centralizadoras de von der Leyen y de la clase política báltica. Ambos comparten un compromiso inquebrantable con la línea de la OTAN y una profunda hostilidad a cualquier tipo de diplomacia con Moscú.
El fervor antirruso de Kallas se contrapone a su propia familia, que, lejos de ser víctima de la opresión soviética, vivía una vida relativamente cómoda como parte del establishment soviético, o lo que bien podría considerarse la clase media soviética. Kallas nació en una de las familias políticas más poderosas de Estonia, una familia cuyo ascenso se vio facilitado, en enorme medida, por el mismo sistema soviético que ahora demoniza. Muchos se preguntan, dada la comodidad de su familia, si su agresiva postura antirrusa es una convicción sincera o una tapadera para sus ambiciones personales.
Los medios estonios han denunciado acciones de su marido haciendo negociación de transportes con Rusia pese a las sanciones. Esta situación desencadenó acusaciones de hipocresía: exigía el aislamiento económico total de Rusia, por un lado, mientras ignoraba los vínculos comerciales de su propia familia con el país. Kallas es completamente inadecuada para el cargo, pues va de un error a otro. Recientemente, ofendió a los irlandeses al proponer que la neutralidad de Irlanda se debe a que no ha sufrido atrocidades como «deportaciones masivas» o «supresión de la cultura y la lengua», una afirmación extraña, dada la larga historia de Irlanda bajo el dominio colonial británico y el derramamiento de sangre de los disturbios.
Exigió que China condenara las acciones de Rusia en Ucrania y se alineara al «orden internacional basado en normas». El ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, contestó con dureza, señalando que China no había apoyado militarmente a Rusia, pero que tampoco tenía intención de ver a Moscú derrotado, ya que eso simplemente acarrearía la ira de Occidente sobre China.
Kallas nunca dijo nada sobre las amenazas de EEUU de anexar Groenlandia y apoyó el bombardeo estadounidense-israelí de Irán, una clara violación del derecho internacional.
Esta mujer es el más palpable ejemplo de la condición limitada y de un fascismo disfrazado de democracia de los líderes de la UE que insisten en mantener la guerra en Ucrania para sostener su proceso armamentista y que impulsa una tercera guerra mundial. ¿Para ellos no fue suficiente la tragedia de las dos guerras anteriores? Ahora, Europa es mucho menos relevante que EEUU, Rusia, China, India y el Sur global. ¿Necesitan una tercera guerra mundial y en su territorio? Muchos apuestan a que sí.