La fragilidad de la propaganda de renovación de la defensa de Berlín desnuda la realidad del pensamiento ciudadano que no tiene interés en hacer parte del componente bélico que Friedrich Merz busca imponer usando la guerra en Ucrania como mecanismo de presión a 85 millones de alemanes / Las discrepancias entre los dos principales partidos de la coalición gobernante, el Partido Socialdemócrata (SPD) y la Unión Demócrata Cristiana (CDU/CSU), crecen y se distancian con diferentes estrategias de beneficio económico.
En 2022, la provocada invasión rusa a Ucrania puso de manifiesto la vulnerabilidad de Europa y la absoluta dependencia de EEUU para su seguridad. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca trajo su insistencia en que los miembros de la OTAN intensificaran sus esfuerzos para pagar por su defensa y obligarlos a un rearme del que Washington será su proveedor.
Merz llevó a Alemania a consolidarse, en colaboración con Francia, como cimiento de la arquitectura de seguridad europea. Así entonces, el país derogó el límite constitucional del endeudamiento para el gasto militar, prometió triplicar el presupuesto de defensa alemán en los próximos cinco años. La eliminación de este límite (que restringía el endeudamiento público al 0,35% del PIB) generó controversia, ya que Merz había prometido no modificarlo durante la campaña electoral, para luego retractarse tras las elecciones.
El fracaso del proyecto de ley de reclutamiento obligatorio es una muestra de la imposibilidad de Merz como canciller y su traición a posturas prometidas. Alemania ha querido aumentar sus fuerzas armadas de 182.000 a 260.000 efectivos, basándose en voluntarios, pero con registro obligatorio y un sorteo para todos los varones de 18 años, en caso de que el número de reclutas sea insuficiente. El proyecto de ley fracasó porque los socialdemócratas se opusieron al registro obligatorio y al sorteo.
Ahora solo diez países europeos tienen servicio militar obligatorio, y la proporción de jóvenes reclutados oscila entre el 8% y el 80%, según el país. La propia Alemania abolió el servicio militar obligatorio en 2011. Los alemanes no quieren volver atrás, como es el deseo de Merz. Sabe que tras esta intención está la de someter a una sociedad que ha logrado emancipar el dolor y el odio pese a la vulgar posición de sectores políticos comprometidos con las élites de dominación.
La resistencia a la financiación conjunta de la UE y a las importaciones de armas perpetúa la notable ineficiencia de la industria de defensa alemana. Un estudio del centro de estudios Bruegel indica que la fragmentación es el principal problema de la producción armamentística europea, y Berlín es uno de los principales responsables. Las empresas de defensa europeas producen múltiples modelos de armas, nueve tipos de aviones de combate, cuatro tipos de tanques, dieciséis fragatas y diecisiete modelos de vehículos blindados de transporte de personal (APC).
En cambio, EEUU. Produce solo cuatro cazas y cuenta con un único modelo básico de tanque, fragata y vehículo blindado de transporte de personal. Esto le permite beneficiarse de las economías de escala. Así, por ejemplo, un obús alemán Panzerhaubitze 2000, con un precio de 17 millones de euros por unidad, cuesta diez veces más que su homólogo estadounidense M109. El tanque alemán Leopard 2A8 es casi el doble de caro que el estadounidense M1A2 Abrams.
Las disputas entre el SPD y la CDU/CSU, e incluso dentro del propio SPD, sobre el servicio militar obligatorio evidencian que estas fisuras pueden echar por tierra la cambiante política de defensa alemana. Es improbable que el aumento del gasto en defensa como medida para estimular el crecimiento económico logre disimular estas divisiones políticas.




