La crisis creciente entre el gobierno venezolano y la Iglesia Católica opaca cada vez más la navidad. Años de mala gestión económica y sanciones extranjeras han dejado al régimen del presidente Nicolás Maduro al borde del colapso, y Maduro ha respondido con una represión cada vez más severa contra cualquier forma de disidencia. Los líderes católicos locales se han mostrado cada vez más abiertos sobre estos abusos, y muchos fieles están ahora dispuestos a hacer cualquier cosa para detenerlos, incluso si eso significa aceptar una intervención militar estadounidense.

El desafío del papa León XIV ha sido lidiar con el régimen en Venezuela —país de mayoría católica— y su país natal, EEUU, una guerra abierta en la que la iglesia ha instado a priorizar el diálogo, evitando duras críticas a los gobiernos de Trump y Maduro.
La Iglesia católica ha sido blanco del régimen de Maduro. La última afrenta, negó la salida del país al cardenal venezolano Baltazar Porras. El Vaticano mantiene un equilibrio aparente sin poner en peligro a la Iglesia en Venezuela y cómo relacionará su relación con el gobierno estadounidense, también intenta mantener una postura firme pero discreta que le permita tener acercamientos mediadores. En la futura relación está inmersa toda la región; cualquier determinación del Vaticano tendrá repercusiones en todo el continente americano.
El Vaticano conserva un extraordinario grado de influencia en las instituciones internacionales; su cuerpo de cardenales, obispos y sacerdotes tiene amplia formación e influencia y mediación diplomática que ha ayudado en otras situaciones similares en el mundo. León, al igual que su antecesor Francisco, asume el extraordinario rol como líder religioso y jefe de Estado, instando a la comunidad internacional a combatir la pobreza y las guerras en el mundo.
Francisco fue duro con la OTAN por «ladrarle a las puertas de Rusia» antes de la guerra en Ucrania; León lleva sus críticas a los intentos de la administración Trump de «romper» la alianza entre Europa y EEUU. Su intención de mantenerse al margen de la política de su país no desestima sus posiciones contrarias a la actual administración. JD Vance dijo: “Amar a la familia, amar al prójimo, amar a la comunidad, amar a los conciudadanos y, después, priorizar al resto del mundo”. León respondió: “JD Vance está equivocado: Jesús no nos pide que clasifiquemos nuestro amor por los demás”.
La crisis entre Maduro y la Iglesia se ha desenvuelto en un debate sobre los santos. En un evento celebrado en octubre con motivo de la canonización de dos santos venezolanos, el cardenal Porras clamó por la situación en Venezuela, el “aumento de la pobreza, la militarización como forma de gobierno para incitar a la violencia, la corrupción y la falta de autonomía de los poderes públicos, y el irrespeto a la voluntad popular”.
El secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, dijo después: “Escuchen la palabra del Señor, que los llama a abrir cárceles injustas, a romper las cadenas de la opresión, a liberar a los oprimidos”. La tensión provocó la cancelación de una misa de 50.000 personas en Caracas destinada a celebrar a los nuevos santos, por temor a que Maduro convirtiera el evento en una manifestación improvisada para su régimen.
A medida que las autoridades venezolanas han aumentado la presión sobre la iglesia local, León se ha mostrado reacio a tomar más medidas, al menos en público. La solicitud de desescalada la ha hecho con poca frecuencia y con poco entusiasmo comparado con Francisco. Muchos consideran los comentarios de León como «bastante modestos y poco contundentes» en comparación con la magnitud de la amenaza y las posibles repercusiones de una invasión.
León no ha ofrecido a la Santa Sede como mediadora entre EEUU y Venezuela. Pero eso no necesariamente indica lo que sucede a puerta cerrada. El papa mantiene una estrecha relación con el clero venezolano. Es probable que León endurezca su tono si EEUU invade.
Mientras tanto en Venezuela el mundo católico celebra la navidad con miedo, su líder Nicolás Maduro dice que “este es un tiempo de felicidad, encuentro y fe. ¡nadie nos robará ni perturbará…!




