Dos potencias unidas, EEUU y Rusia; más cercanos y apenas a cuentagotas se van conociendo los asuntos definidos en Alaska. La negociación de la navegación por el Ártico fue lo más importante en Alaska. Trump y Putin ya discutieron en Alaska el pasado viernes lo que Europa exigió ayer; todo es puro trámite, pero Europa está descabezada. Rusia posee una flota única para abrir rutas en el Ártico, es dueña del 50% de las costas del mismo territorio y desarrolla proyectos con China. Donald Trump no quiere quedarse sin una parte del negocio de petróleo y gas en el Ártico; allí está lo que realmente importó en Alaska.
Ucrania es apenas un asunto minúsculo para EEUU, que sabe que los líderes de Europa intentan asomarse solo para la foto; sin ninguna estrategia seria de Europa, Putin y Trump definen que el fin de la guerra está en manos de Ucrania, que debe negociar un acuerdo de paz. Hasta ahora, la conclusión general transita por un acuerdo entre EEUU y Europa que clama algún tipo de garantía de seguridad posbélica y disuadir una nueva invasión rusa. Sin un acuerdo, EEUU se retira del conflicto y Ucrania seguirá perdiendo su territorio; Europa, más allá de su bofo discurso de apoyo bélico, no tiene cómo hacer un frente militar y la escalada destrozará su ya aminorada economía.
Trump sugirió que un acuerdo requeriría intercambio de territorios y consideraría las «líneas de guerra» entre Ucrania y Rusia. Afirmó el presidente de EEUU que podría haber una futura reunión «trilateral» con Ucrania y Rusia. Tras interrumpir la reunión con los líderes europeos para atender una llamada del presidente Putin. Una posible reunión se daría en Europa y se incluye como posible sitio a Moscú.
El enfoque de la administración Trump en las negociaciones para poner fin a la guerra en Ucrania ha sido poco ortodoxo y, en ocasiones, erróneo. Sin embargo, su compromiso con la diplomacia, a pesar de un camino plagado de obstáculos, ha sido encomiable. Europa nunca ha ofrecido un escenario similar, solo el deseo de continuar con posiciones agresivas que presentan ante el mundo como un “actor geopolítico” nada serio; exigir garantías de seguridad más reales para Ucrania es más sensato que insistir en el callejón sin salida de defender el derecho a la membresía en la OTAN.
Rusia y EEUU ganan tiempo y buscan sus objetivos políticos, con gran entendimiento y sin condiciones o amenazas.
El acuerdo de las dos potencias que ahora las une define en torno a Ucrania un acuerdo integral que proporciona estabilidad a largo plazo y ofrece la mejor oportunidad para asegurar la inversión del sector privado necesaria para reconstruir la economía de Ucrania. También puede fortalecer la base demográfica del país, que se ha reducido casi a la mitad desde el colapso de la Unión Soviética. Sin un acuerdo, Ucrania tiene pocas posibilidades de unirse a la UE y EEUU no permitirá que las realidades de un mundo multipolar le arrastren a una región acosada por la amenaza de un conflicto recurrente.
No hay garantía de paz perpetua en este mundo. Siempre ha habido poca confianza; ahora Zelensky está contra la pared y Ucrania deberá aceptar un acuerdo bajo una combinación de incentivos y sanciones, disuasión y garantías.
Es necesario que surja un compromiso constante con un diálogo diplomático sólido y un esfuerzo concertado para crear un orden de seguridad continental más inclusivo, sin el cual ni Rusia, ni Ucrania ni Occidente gozarán de seguridad alguna.