Un Estado en decadencia producto del no reconocimiento de pensamientos disímiles conduce a atentados mortales. El presidente de EE.UU. Joe Biden dijo apenas unos días atrás “desde el fondo de mi corazón Trump es enemigo de la nación”, su mensaje está en concordancia con la decadencia de su sociedad que se aboca a cotidianas situaciones de violencia.
Las decisiones ejercidas sobre el expresidente Trump por las cortes de justicia que le han investigado por decenas de presuntos delitos y le han condenado a pagar sanciones no le han detenido, por el contrario cada fallo es un escalón arriba para volver a la Casa Blanca. El intento de asesinato lo hace imbatible. Nada lo alejará del poder que es él mismo.
La decadencia moral en EE.UU. provocada por el desprecio político, nos permiten ilustrar el panorama de descomposición a todo nivel. La degradación, la afectación económica, política y social aterran. Analistas internacionales comparan la caída el imperio estadounidense con la del imperio romano sólo que esta vez se hace en directo y por televisión.
La situación real de cientos de lideres como el presidente Joe Biden que actúa como el “títere de los titiriteros”, y el expresidente Donal Trump que es de alguna manera uno de los titiriteros, verdaderos dueños del poder en este caso de la Casa Blanca y que en cumbres como la de Davos en 2023 delinean un perfecto callejón sin salida a los proceso de economía financiera para debilitar y someter política y socialmente a la humanidad son el resultado de lo que estamos viviendo. Todo, absolutamente todo está determinado.
Las hegemonías partidistas de los Estados conducen a materializar sus objetivos inclusive atentando contra sus contrincantes, se atenta de mucha maneras pero incluso la más radical, la muerte física.
Los modelos económicos que históricamente se han incluido como el neoliberal de los años 80s y el de digitalización en el nuevo siglo accionan bajo los mismos fundamentos, relación salarial como privilegio, precarización de un trabajo a destajo y grado de explotación total. Producto de ello la desindustrialización, apertura de mercados de todo tipo, retrocesos de Estados por imposición de un capitalismo que genera la autodestrucción de los sistemas económicos, políticos y hasta culturales que no se alineen a los intereses marcados.
La creación de una sociedad individualista, economizada y “estupidizada” que cree que todo debe generar ganancias y que toda la verdad está en los medios, alcanza visiones destructivas del capitalismo que utiliza para su control una rienda férrea en su representación política, la polarización.
Bajo este ligero análisis ligado a un interés que apenas reconocemos como integrantes de un Estado, se entiende que como sociedad capitalista y asistente a un ejercicio democrático que no acaba de convencer, está ligada a los términos preestablecidos por las élites del mundo que delimitan las acciones y que conducen por el cumplimento de las mismas a atentar contra la vida de los individuos. Algo que sabemos hace rato.