“Ganamos ambas guerras mundiales; nadie se nos acercaba en fuerza, valentía o brillantez militar, pero nunca celebramos nada” en realidad EE.UU. desempeñó un papel decisivo en ese conflicto, alterando irreversiblemente el equilibrio de poder contra la Alemania imperial después de que los demás participantes se agotaran, su contribución fue mucho menor que la de muchos beligerantes aliados. Si bien hubo valentía de sus soldados, sus comandantes fueron todo menos brillantes, se equivocaron y causaron bajas innecesarias.
La afirmación de Trump presenta problemas mucho mayores. En primer lugar, EE.UU. no tenía motivos para sumarse a la trágica masacre de Europa. En segundo lugar, el triunfo militar se convirtió en un fiasco político y, tan solo un par de décadas después, en un desastre militar para todo el mundo.
Ninguno de los combatientes amenazaba a EE.UU. para quien el Atlántico actuaba entonces como una vasta barrera. Aunque los anglosajones, quienes originalmente poblaron las colonias, dominaban la política y las finanzas estadounidenses, eso no era motivo para ir a la guerra en nombre de Gran Bretaña.
Hablar de una guerra por la democracia, o para acabar con la guerra, o para destruir el militarismo prusiano, era un disparate. Entre los aliados se encontraban un despotismo antisemita (Rusia), una república revanchista militante (Francia), la principal potencia colonial del mundo (Gran Bretaña) el amo colonial más cruel del planeta. Las llamadas Potencias Centrales no eran amigas de la libertad, pero en general estaban evolucionando hacia una dirección más liberal y probablemente habrían continuado haciéndolo de no haber intervenido en la primera guerra.
Lo que podría haber sido una paz de compromiso que preservara lo suficiente del viejo orden mundial para prevenir el caos y la violencia revolucionarios se convirtió en una derrota. Los imperios austrohúngaro, alemán y ruso se derrumbaron, dando lugar a sistemas autoritarios y, en ocasiones, totalitarios. La desintegración del Imperio Otomano dio lugar a múltiples rondas de conflicto. Italia abandonó la democracia y abrazó la dictadura de Mussolini. El comunismo, seguido del fascismo y, de forma más virulenta y agresiva, el nazismo, transformaron Europa.
Pasaron 20 años apenas y una descompuesta Europa cayó en manos de Hitler, el único líder político del continente al que no se le pudo apaciguar, pues tenía una agenda que solo podía lograrse mediante la guerra.
La Segunda Guerra Mundial causó aún mayor destrucción material, pérdida de vidas, desintegración política y amenazas futuras. ¿EE.UU. celebrará “el día de la victoria” rememorando las bombas atómicas sobre Japón? Ha sido la mayor vergüenza humana, imperdonables y aún sin cuenta de cobro. Apenas había terminado esa lucha tras la rendición de Alemania cuando surgió la Guerra Fría. Aunque EE.UU. y la Unión Soviética evitaron un conflicto abierto, se produjeron numerosas batallas limitadas pero costosas y guerras indirectas entre estados aliados.
Nada, ningún suceso de estos se parece mucho a una «victoria» para EE.UU. Trump debería abandonar su vergonzoso triunfalismo que denigra la contribución de Europa tanto a la Primera como a la Segunda Guerra Mundial. Es más, debería dejar de llamar a lo que fue un desastre político un logro estadounidense. En cambio, debería reiterar su mensaje de que los estadounidenses no deben involucrarse en guerras interminables en todo el mundo.