La guerra condiciona ahora, sus efectos se sienten en todos las economías y bolsillos de la gente. La situación obligada por la pandemia del coronavirus fortaleció un modelo económico proteccionista.
Ahora es la guerra en Ucrania, inversión como fuente de negocio armamentista y a futuro sostenimiento económico de poder solo para quienes lo tienen.
El modelo económico al que se le invierte en medio de situaciones de afectación global protege, pero igual reprime, el hambre y la pobreza conllevan sufrimiento, se condena a los más pobres en favor de los grandes capitales.
La guerra limita las importaciones, principalmente alimentos. Las tiendas tendrán menos productos con precios más altos, el consumo se hará más moderado y con tendencia a la producción nacional. Se producirá una afectación al modelo de globalización.
La situación obliga a los gobiernos a tomar medidas de mayor protección para sus habitantes, pero ello traerá como consecuencia la profundización de sus problemas sociales que están en el intento de resolver.
La generalidad de un revés económico sigue marcando pasos negativos, los mercados bursátiles siguen en descenso y la bolsa de Nueva York, la mayor plaza financiera, atemoriza con creciente inflación y el efecto de aumento de tasas de interés por parte de la reserva federal sobre el consumo, los problemas de suministro de la guerra y severas restricciones sanitarias en china igualmente producen un nerviosismo general que ya tiene afectaciones.
Finalmente, el panorama en picada de las grandes tecnológicas, sobrevaloradas desde 2020, es una realidad, el retorno de la gente a las calles provoca un bajo consumo, un descenso en los servicios y productos ofrecidos.