El presidente Donald Trump expresó: “Mediremos nuestro éxito no solo por las batallas que ganemos, sino también por las guerras que terminemos y, quizás lo más importante, las guerras en las que nunca nos involucramos”.
Pero podría estar intentando involucrarse en una guerra en Venezuela. Voces del Congreso de ambos partidos políticos lo instan a aferrarse a sus mejores criterios. La disposición de Trump a dialogar con Nicolás Maduro, líder de Venezuela, es una señal de que el Congreso está impactando.
Las encuestas muestran que mayorías de estadounidenses no quieren una guerra con Venezuela; los republicanos de antaño están cómodos con el regreso de esos tiempos del cambio de régimen neoconservador. La propaganda es funcional para quienes apoyan esta posición. Consideran a Maduro ilegítimo, dictador, traficante y terrorista, y piensan que la región estaría más tranquila sin él.
Pero también sectores de ambos partidos cuestionan la autoridad y la sensatez de Trump, que podría arrastrar a EEUU a otra guerra de cambio de régimen. La pregunta que ronda en el mundo es si esa diferencia que marca tendencia es definitiva.
Antes en Irak los demócratas fueron a fondo para erradicar las armas de destrucción masiva de ese país, que no existían. ¿Sucederá igual con el narcotráfico en Venezuela?
Es loable que los congresistas bipartidistas exijan que el presidente se dirija a ellos primero antes de comprometer al país en una guerra, incluso si no pudieron oficializar esas exigencias mediante las votaciones sobre los poderes de guerra.
El histórico nos muestra que desde la Segunda Guerra Mundial, presidentes republicanos y demócratas han llevado a cabo actos de guerra unilateralmente y, como muchos argumentarían, de forma inconstitucional. Es positivo que algunos en ambos partidos ahora piensen que los presidentes ya no deberían poder hacerlo.




