El castigo de los votantes es un reflejo del cansancio que provoca la guerra y la priorización de causas ajenas en detrimento de sus básicas necesidades. / Partidos políticos en crisis frente a un nacionalismo con exigencias de humanas condiciones de convivencia.
La guerra en Ucrania empieza a costarle a Europa 50 mil millones de euros en 2026. Ningún estado asociado tiene las condiciones económicas suficientes para regalar a Ucrania y a la industria militar de EEUU; es posible que estemos presenciando el principio del fin del unipartidismo en Europa.
Francia ha perdido su cuarto ministro de economía en un año. El gobierno fracasa una vez más en su intento de imponer recortes presupuestarios profundamente impopulares. Una hipotética salida del presidente Macron quizás serviría para empezar de nuevo; un llamado a nuevas elecciones daría un giro político que arrasaría con los partidos políticos tradicionales.
El internacionalismo probélico predominante en Europa y direccionado desde Bruselas, alimentado por EEUU, tiene también efectos políticos en Gran Bretaña; el Partido Reformista Nacionalista está cambiando el rumbo político. Ahora supera al Partido Laborista en las encuestas de opinión. La exigencia económica por los costos de la guerra obliga a una presión fiscal que solo canalizará más votos hacia el Partido Reformista y la probabilidad de acceder al poder en 2029.
Si bien Alemania no enfrenta una crisis de deuda tan grave como la de Gran Bretaña o Francia, se está desindustrializando con velocidad alarmante, básicamente por los altos precios de la energía, acelerados por la guerra en Ucrania y el corte al suministro ruso. El partido Nacionalista Alternativa para Alemania está en auge y será un duro competidor por la victoria en las próximas elecciones federales de 2029.
En Chequia, el populista Andrej Babis ha ganado las elecciones y ha prometido abandonar la iniciativa de munición checa, que ha suministrado a Ucrania 3,5 millones de proyectiles de artillería desde 2022. Arrecia su crítica al anterior gobierno centrista por dar «nada a las madres checas y todo a los ucranianos». Este país inicia gradualmente una postura similar a la de Eslovaquia y Hungría, que desean poner fin a la guerra en Ucrania.
Ucrania, aspirante sin condiciones a la UE, ya está exigiendo 50 mil millones de dólares adicionales de apoyo financiero para 2026. La UE abre las puertas a Ucrania sin atender que esta carga pesará cada vez más sobre los hombros de la mayoría del continente, que intenta justificar el coste de una guerra imposible de ganar ante votantes cada vez más escépticos.
La Comisión Europea hasta ahora no ha podido extender una línea de crédito a Ucrania por 140 mil millones de dólares que pretenden respaldar por activos rusos congelados en Bélgica. La Euroclear, lugar donde se guarda el dinero ruso, se opone a la entrega de estos dineros, entre otras situaciones, porque la medida significa dejar de obtener ganancias por intereses y administración. Entonces el escepticismo crece en la UE.
Macron, Starmer y Merz, relativamente seguros en sus cargos durante al menos otros tres años, es probable que sigan apoyando la continuación de la guerra, a pesar de su inasumible coste, y busquen maneras de hacer funcionar las finanzas sin afectaciones a sus ciudadanos y sin consecuencias para la propia Ucrania.
La democracia funciona específicamente para expulsar a los gobiernos que no cumplen con los deseos de sus votantes. Lo que empezamos a presenciar hoy en Europa es un cambio natural e inevitable del internacionalismo al nacionalismo. Europa simplemente se suma a la fiesta unos años después de EEUU.