Han pasado casi cuatro décadas desde 1990 y la geopolítica basada en globalización y demografía pierden el equilibrio por cuenta del poder. La población de “occidente global” tiene cada vez menos contribución en la producción económica mundial, ya no es ni siquiera la mitad. Las consecuencias son manifiestas en la perdida de autoridad.
Los valores y normas encarnados en la idea transatlántica, el orden basado en reglas y el multilateralismo, estaban destinados a establecerse en todo el mundo, ahora están bajo ataque.
Rusia rompe el orden con la invasión en 2022 a Ucrania y provoca una visión diferente a la percepción de ese orden en occidente y desde la perspectiva del mundo no occidental. Los sentimientos de poder y propiedad son limitados; China y Rusia, pero también los indios y los africanos, experimentan el orden de manera diferente y mucho menos existencial.
Estas ideas no encuentran eco en la conferencia de Múnich. Allí siguen hablando de la “comunidad internacional”, aunque sólo se refieren a ellos mismos, a Occidente. Incluso los grandes cambios permanecen sin precipitaciones.
Los políticos en Europa se horrorizan con el cambio de vientos y cuyos golpes se sienten en toda la UE, se atrincheran en Múnich e insiste en desconocer una proporción cada vez mayor de votantes europeos que obstinadamente le dan la espalda a este establishment, y descubren la forma de un cambio paradigmático de poder al otro lado del Atlántico.
Estados Unidos y Trump han comprendido la rápida caída del poder de Occidente e imponen el resurgimiento de valores que se consideran propios, como la libertad, las virtudes capitalistas y el desmantelamiento del Estado; con el distanciamiento de Europa y los conflictos europeos; a largo plazo, se produce un nuevo y mejor acercamiento entre Estados Unidos y Rusia.
Trump empuja su país hacia el siglo XXI y lo prepara para la futura rivalidad con China mientras confabula con Rusia y se olvidan de Europa.
En la Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente JD Vance ha sido contundente con los europeos: No se aferren al siglo XX: se acabó; dar espacio a las fuerzas disruptivas, dejar que desarrollen su creatividad; Sobre todo, no os encerréis en vosotros mismos, haced algo antes de perder vuestras poblaciones.
Pero de inmediato los oídos sordos de los burócratas como Boris Pistorius, prohibió cualquier crítica a las democracias europeas, especialmente cualquier comparación con estados autoritarios. ¿Quieren seguir en las sombras de sus políticas de mando e imposición, cercenando libertades y democracia?
Insisten en sus logros de la década de 1990, en las lecciones del nacionalsocialismo, en el viejo orden mundial y, en última instancia, en las esperanzas de un fin a la historia. Incluso aquellos que hablan de un punto de inflexión y de nuevas circunstancias sólo conocen un enfrentamiento tradicional: la amenaza rusa. El renacimiento de la imagen del viejo enemigo es tan vigorizante como el primer sorbo después de años de abstinencia, pero ya han perdido.
La conferencia podría haber abordado la cuestión de qué significa para Europa el nacimiento de mil millones de personas más en los países africanos en los próximos 25 años. Pero la migración sólo fue abordada en un único e insignificante panel, como “migración climática”. La migración ni siquiera se mencionó en ninguno de los paneles principales: para los organizadores, era un tema sin relevancia en materia de seguridad. Europa sigue perdida.
Apenas la voz afónica de Volodomyr Zelensky, se atreve a sonar desafiante, él al fin y al cabo ya lo perdió todo y cualquier movimiento será una ganancia a la hora de jugar con el miedo omnipresente de los rusos. Ahora su historia de incluir miedo ronda por las tropas rusas desplegadas en Bielorrusia: «Tal vez también estén destinadas a ustedes». Y añadió: «Si el ejército ucraniano no detiene a Rusia, ¿quién lo hará?». En realidad, su ego es inmenso, pero cada vez con menos credibilidad.
Zelensky juega con el “nosotros”, se apodera de Europa, la somete a su planificación estratégica: “¿Qué podemos hacer antes de que llegue la próxima invasión?”. Postula que “Europa necesita sus propias fuerzas armadas”, incluidas, por supuesto, las ucranianas. Finalmente: “Todos en Europa debemos estar preparados”. Los belicosos lideres como von der Leyen y su sequito, Macron y Schulz aplauden.
Las palabras del probable nuevo canciller alemán Friedrich Merz retornan al repique y peor, insiste en un firme compromiso con un orden mundial inviolable y basado en reglas. Las fronteras no deben moverse por la fuerza, “este principio debe aplicarse en todas partes, para siempre y para todos”. Pero ¿qué significa en todas partes, para siempre, para todos? ¿En cuántos cientos de años? ¿Apenas son palabras vacías que hacen el ridículo?
Esta retórica del “debe” y “no debe” genera un cansancio creciente. A veces hay que vencer el hambre, otras veces hay que garantizar la seguridad de los niños y los nietos o hacer cumplir la igualdad de género. Debe, debe, debe. Pero esto es pura ilusión, un símbolo de impotencia política. Frases que prometen autoridad y acción, cuando en realidad son sólo aire caliente.
La impresión que deja Merz es ambivalente. La empatía de comedia de situación de Annalena Baerbock no es lo suyo, como tampoco lo es la propaganda de Zelensky del tipo “Si no estás a favor de Bruselas, estás a favor de Moscú”. Todo lo ronda con un “sí, pero”, y anticipó los desafíos previsibles ante el debate del cinco por ciento al exigir la unanimidad de la OTAN para tales objetivos de gasto. Además, no deberíamos hablar sólo de dinero: la estandarización de los 150 sistemas de armas europeos es igualmente importante.
Merz apoya plenamente la retórica de victoria de Mette Frederiksen, así como la exigencia de restaurar “todo el orden político que hemos construido aquí en Europa desde 1990”. Tampoco responde bien a las críticas estadounidenses a la democracia. Nuestra democracia establece reglas que están sujetas al control judicial, dijo Merz. Luego sigue un ataque a la exclusión de la agencia de noticias AP del acceso a la Oficina Oval y al avión presidencial Air Force One: «Nunca echaríamos a los periodistas de nuestra conferencia de prensa federal”. ¿?
Europa insiste en las reglas y EE. UU. las ha roto, su necesidad de ir por Rusia, pero ante todo por China no se detendrá en Europa. EE. UU., China y rusia ya sentaron hace décadas sus bases en el crecimiento de sus imperios sin perturbarse hasta ahora. Europa ya no cuenta.