DARIO CASTILLO SANDOVAL
Él era particular: buen orador, carismático, inteligente, con la capacidad de hablar en un lenguaje que todo el mundo comprendiera y aunque tenia carácter frentero (muy santandereano) era un aliado de la paz. Durante toda su vida fue criticado por opositores y ex aliados como un ex presidente quién fuera embajador en Reino Unido, y quién regresó a apoyarlo en su primera candidatura presidencial cuando Serpa perdió en segunda vuelta con Andrés Pastrana Arango. Luego ese mismo ex embajador sería también su opositor en las urnas en dos ocasiones, y en ambas derrotó a Serpa. Creo que jamás se imaginó Horacio Serpa que ese mismo ex embajador, de nombre Álvaro Uribe Vélez reclutara a un muchacho que había militado en las filas de las «juventudes serpistas» (según narra César Gaviria https://www.las2orillas.co/ conservadores-con-petro-y- liberales-con-duque/) para su emergente partido político y que en una carrera meteórica el mismo joven de nombre Iván Duque, que repito, empezó apoyando a Serpa cuando era joven e idealista, terminara siendo presidente de la República por el uribismo. La dinámica política como dicen algunos.
La primera vez que me hablaron bien de Horacio Serpa fue en Barichara por cuenta de quién lo lanzó a la política, don Genaro Peñalosa (incluso con «z») Rueda, un hombre que poca gente conoció pero con una historia de vida interesante y a quién pude entrevistar cuando apenas me iniciaba como investigador en el mundo rural por allá en 1999. Estábamos haciendo un estudio sobre modelos de producción rural con Jaime Forero Álvarez Jaime Forero Álvarez en Barichara, municipio del cual don Genaro fue varias veces alcalde. Hablábamos sobre la economía del corregimiento de Guane cuando terminamos hablando de política. Me contó cómo Serpa le pidió ayuda para cuando se lanzó al concejo en Barrancabermeja y cómo lo vio pararse encima de los camiones para arengar a esos conductores de vehículos de carga para que lo apoyaran. Parte de lo que me contó ese día terminó siendo confirmado por el mismo Serpa cuando don Genaro falleció en el 2012 (https://www.vanguardia.com/ opinion/columnistas/horacio- serpa/genaro-penaloza-mi- amigo-BDVL172425) y confirmó también la admiración mutua que se tenían estos dos hombres.
A Horacio Serpa me lo encontré en dos ocasiones, ambas en aeropuertos. La primera vez fue en el aeropuerto internacional de Carrasco, en Montevideo, Uruguay en el 2006. Él viajaba para un encuentro político internacional ligado al partido liberal, su partido. Esperaba sus maletas en la cinta respectiva y me le acerqué obligado a mirarlo hacia arriba pues era más alto que yo: «Le deseo prudencia y sabiduría en estas elecciones» Le dije. Era la tercera vez que Serpa se lanzaba como candidato presidencial y la segunda vez que se le medía al candidato más votado hasta entonces en las urnas: Uribe. Para mí, sin saber de proyecciones políticas, era claro que Serpa no tenía opciones de ganar. Serpa me miró y me dijo con una sonrisa que apenas se dejaba ver entre ese frondoso bigote del cual hizo su marca personal. «Me han recomendado muchas cosas en esta vida, pero nunca antes me habían deseado sabiduría y prudencia». Nos despedimos cuando mi maleta llegó por la cinta transportadora de equipaje.
Años después, en el 2014, nos volvimos a encontrar. Estaba en la sala de espera del aeropuerto Benito Salas, en Neiva. Para entonces había dos salas en el aeropuerto, la del apellido de don Benito y otra, que era pequeña para la cantidad de personas que movía la ciudad. Estaba solo, sentado en una banca de aquella sala de espera y el vuelo de Avianca estaba atrasado. Vi que entraron dos personas que reconocí inmediatamente, Jorge Enrique Bedoya, antiguo compañero de clase en la carrera de economía en la Universidad Javeriana y que hoy preside al gremio de la SAC (Sociedad de Agricultores de Colombia) y Horacio Serpa que para entonces era Senador de la República. Saludé a Jorge Enrique y luego a Serpa quién terminó sentándose en la misma banca en donde yo estaba. Terminamos conversando inevitablemente, pero en esta ocasión él fue quién habló primero. Le recordé nuestro encuentro en Montevideo y luego me preguntó qué estaba haciendo yo. Le conté que ahora (en ese entonces) era el presidente ejecutivo de la Confederación de Cooperativas de Colombia (#Confecoop), algo que le interesó. Me dijo que varios liberales de antaño habían respaldado a las cooperativas: «El partido liberal era el partido que llevaba las banderas del cooperativismo, fuimos varios los que lo apoyamos durante varios años. Incluso ¿Usted debe saber quién fue uno de los ponentes de la ley 79 de 1988?» Sabía que se refería al mismo Álvaro Uribe cuando este último militaba en las filas del partido liberal. Entonces le pregunté «¿Qué pasó? ¿Porqué se diluyó ese respaldo?». Me dijo, mirando a lo lejos como recordando algo «(…) pues sí, después de 1990 varias cosas fueron alejando al partido de varios temas y metiéndose en otros».
Admirado por muchos, incluso muchos de sus contendores, y repudiado por otros, hay que recocer que se fue un liberal de «raca mandaca». Un caudillo, un orador, un hombre con una hoja de vida impresionante, un batallador que supo ganar y perder (algo que muchos deberían aprender), un líder que murió a la misma edad con la que a otro señor, en Estados Unidos, lo nombraron presidente en su tercer intento.