Juan Álvarez es un periodista y escritor colombiano que dedicó, los últimos años, a defender el nombre de su papá, Francisco Fernando Álvarez Morales, exfuncionario de la administración distrital de Bogotá en tiempos de Samuel Moreno Rojas, quien terminó vinculado a una investigación penal relacionada con la estructuración del Sistema Integrado de Transporte Público de la capital del país, acusado de cometer los delitos de contrato sin cumplimiento de requisitos legales y peculado por apropiación en favor de terceros.

Álvarez hijo decidió publicar en 2024 un libro, Recuperar tu nombre, como una especie de conjuro por “los ciento ochenta y siete días en los que mi padre fue afectado con una medida de aseguramiento privativa de la libertad, primero en las celdas de paso del antiguo DAS y luego en la cárcel La Picota al suroriente de Bogotá, sindicado de dos delitos contra la administración pública”. Su relato hace un recuento rigurosamente sustentado de los errores cometidos durante el proceso judicial, la animosidad de una Fiscalía profundamente parcializada y las ligerezas que cometen(mos) los medios de comunicación, en este tipo de casos, ante la tentación de caer en titulares escandalosos.
Una jueza de la república le dictó sentencia absolutoria a este servidor público el 19 de septiembre pasado, poniendo así punto final al drama que tuvo que vivir por casi diez años quien fuera gerente de Transmilenio y secretario de Movilidad que dijo, en una reciente entrevista en Cambio, “salí de la cárcel, pero ¿cómo recuperar los abrazos perdidos con mi familia?”. Entretanto Juan, el escritor, reclama que “tener ahora el fallo judicial a nuestro favor refuerza la verdad íntima y la contestación a la verdad mediática que nos propusimos con el libro. Buena parte de los periodistas que en su momento hicieron aquel despliegue debieron haber hecho mejor su tarea”.
Me quedo con la carga de reflexión que hace Juan sobre el deber moral de medios y periodistas de poner las cosas en su justa proporción ahora que, cuando el diablo anda suelto, terminamos sirviendo de idiotas útiles a causas aparentemente nobles con el fin de lavarle la cara a aquellos quienes sí tienen cuentas pendientes con la justicia por presuntos casos de corrupción y que, así no exista una condena de por medio, es indicado traer a esta conversación las sabias palabras del recordado Juan Gossain, cuando en sus valientes crónicas insistía en que “la corrupción campea a sus anchas. Almuerza en los mejores restaurantes. Es socia de los clubes sociales”.
Que la algarabía digital no nos haga olvidar el papel que, como afirma Yuval Harari, cumplen los medios: “actuaban como porteros, ya que decidían a quién había que escuchar en la esfera pública”. Eso se llama responsabilidad.




