Pasaron cincuenta años desde aquel mañanero domingo sobre la acera de la carrera décima en el sector del Country Sur de la fría y entonces no tan agitada Bogotá, miles de aficionados y peregrinos subiendo al santuario del 20 de julio en medio de esa fantástica experiencia, de la mano de mi padre vi la fugaz y reluciente cinta de colores deslizando por un pavimento alfombrado dejando tras de sí una estela de grandeza con una ligera y sana brisa. Un abrir y cerrar de ojos para sentir la emoción más intensa, un “pelotón rodando sin cadena” estremeció todo, era una etapa de la versión 1972 de la vuelta a Colombia.
Creí no volver a sentir similares sensaciones pese a que comparto el pensamiento de que los héroes deportivos nacen con la niñez y duran para siempre…. sucedió, volví al sentir medio siglo después. Pese a que buena parte de mi labor sin la especialidad del caso hube de pasarla informando y escribiendo del deporte de las bielas.
Me sentí afortunado de testimoniar en mi infancia la gesta de “Cochise” en el Bianchi Campagnolo y su récord mundial en México y desde entonces toda la grandeza de más de un centenar de gladiadores en épicas batallas sobre dos ruedas y hasta hoy en los campeonatos nacionales de ciclismo en la ciudad de Bucaramanga al nororiente de Colombia y que presentó una inmensa constelación de ciclistas nacionales incluida la elite y una asistencia de público fenomenal.
El recorrido del último circuito, algo menos de 30 kilómetros fue un escenario adecuado para ver y escuchar un sinnúmero de “comentaristas callejeros” dotados de conocimiento y jerga cada uno fijando posiciones con especulación, aprecio, y mucha pasión, sienten el ciclismo e idolatran a sus ciclistas.
En cada esquina, en cada subida al paso de los ciclistas era fácil escuchar “van en la grupeta subiendo rotadito”, se están “dando leña”, cuando de repente alguno se queda del grupo “le llegó la pálida y quedamos del gancho” y cuando se lanzan como suicidas “ esperando recuperar a tumba abierta…”, lo anterior apenas un ejemplo de las infinitas expresiones que estuvieron en la boca de miles de aficionados en los días de las pruebas.
Así, con fervor y memorizando frases enteras del “viejo macanudo” el argentino Julio Arrastia, “la biblia del ciclismo” emocionando y contagiando siempre una y otra vez, hasta sus 85 años cuando partió de este mundo, pero sus palabras las empotré en mis escritos, donde la fantasía leída se convirtió para siempre en recuerdo vivido. “Hasta luego vida mía si te he visto no me acuerdo” Gracias Julio.
Gracias Bucaramanga, por su especial espectáculo digno de una urbe actual e imperecedera, y especial reconocimiento a los ganadores de estos campeonatos nacionales, hoy la prueba de ruta profesional el triunfo para el bogotano Esteban Chávez, figura mundial del Education First y seguido por Daniel Felipe Martínez del INEOS y tercero el super campeón y para muchos el mejor de todos los tiempos, Nairo Quintana.
Cuatro inolvidables días en “la ciudad Bonita” que tuvo el privilegio de ver rodar a los mejores ciclistas del país integrantes de las mejores marcas y equipos mundiales, a todos los ganadores y con ellos al creciente ramillete del futuro. También fueron menos visibles y reconocidos por algunos aficionados ciclistas europeos que huyen del invierno pasan sus días en el trópico haciendo su entrenamiento de rigor para enfrentar la temporada 2023. ¿Vieron a Tadej Pogačar y a Egan Bernal?…
Aquella vez de 1972 vimos campeonar a Miguel Samacá, un pequeño y curtido corredor boyacense. Entonces también siguió la apertura de los ciclistas colombianos en Europa, aquellos a los que un día el francés Jacques Anquetil se refirió, “Si vuelven, serán terribles”, y volvieron y desde entonces son los mejores de América y destacados entre los mejores del mundo, Bucaramanga los vio y los disfrutó.