Una dinastía de más de 50 años que terminó de manera abrupta y bajo presiones de una guerra civil. El presidente Bashar al-Assad huyó de su país, Siria a Rusia mientras las fuerzas de la oposición, respaldadas por Turquía, iniciaron su aproximación final a Damasco / La guerra en Ucrania aceleró la caída del régimen en Siria / Turquía, Rusia e Irán tuvieron agendas distintas a las pretensiones del gobierno de Siria / Un año después Siria se aproxima a occidente sin renunciar a la Sharía, la ley islámica como inspiración para la legislación civil / El nuevo gobierno se ha esforzado en separarse de su pasado yihadista y mostrar una cara amable con las minorías, al menos de puertas afuera / A nivel interno, en cambio, la incertidumbre sigue siendo total.
La guerra en Siria inició con una insurrección ciudadana que generó un enfrentamiento civil en 2011, una desproporcionada presión y que más tarde encontró un cierto punto de equilibrio con la intervención de apoyo internacional. Bashar renació, pero la presión turca en el norte por la inmensa cantidad de refugiados huyendo de Damasco y la guerra en Ucrania, que mermó el apoyo aéreo contra grupos opositores extremistas, acabó en pocos días con el régimen de medio siglo.
Como líder de Siria desde el año 2000 al suceder a su padre Hafez al-Assad -en el poder por tres décadas-, la supervivencia del régimen era bastante precaria. La fragilidad del régimen incluía la gestión de lo que quedaba de las fuerzas armadas estatales sirias como un feudo familiar, tan centrado en la actividad criminal como en la defensa del país. Bashar fue menos hábil en el arte de gobernar. Utilizó actores muy distintos y contradictorios para apuntalar su régimen, principalmente fuerzas rusas e iraníes que cooperaban, pero tenían agendas bastante diferentes.
La creciente dependencia de las milicias semiestatales, implicadas en la actividad criminal como en las labores de seguridad, y la dependencia de las milicias vecinas, principalmente de Hezbolá del Líbano, y de la asistencia prestada por Irán y Rusia. Bashar se redujo hasta presentar un aparato estatal vaciado, apuntalado por apoyos extranjeros. Cuando estos apoyos se retiraron, Assad no tuvo más remedio que huir. Bashar permanece ahora en Moscú, asilado.
El nuevo dirigente sirio, Ahmed al Sharaa, exyihadista y con aceptación para la Casa Blanca, encontró un cierto punto de equilibrio con la intervención internacional, renació y acabó en pocos días con un régimen de medio siglo; fue el 8 de diciembre de 2024.
La incertidumbre y el conflicto siguen siendo la tónica en Siria después de un año de cambio de gobierno: los kurdos controlan el nordeste, ISIS controla zonas muy importantes y ricas en recursos, los drusos controlan parte del sur, Israel ha entrado por los Altos del Golán y amenaza Damasco, incluso en la zona controlada por Al Shara, las matanzas de alawitas han sido una constante en la costa y Damasco.
La guerra en Siria ha transformado el mundo de tal manera que las disputas sectarias, yihadismo, refugiados, intervención internacional, uso de armas de destrucción masiva, impulso a la extrema derecha europea, tensiones en la OTAN… Y producto de la nueva distribución del poder, no es difícil arriesgar a pensar que en y sobre Siria aún no se haya dicho una última palabra.




