El camaleónico político colombiano Armando Benedetti, tránsfuga profesional que ha ‘pelechado’ del Estado a punta de desparpajo, marrullería, astucia y desvergüenza, es la representación fidedigna del ‘machoman’ que se precia, entre otras características, de exhibir su hombría, que le ha dado para cuatro matrimonios, violentando al género femenino.
Conocidos son los escándalos que el caribeño personaje ha protagonizado como funcionario del actual Gobierno nacional en los cuales, además de ‘caer parado’, ha pasado por encima de la dignidad que un diplomático, último encargo de su última voltereta política que lo llevó a ocupar la representación de Colombia ante las embajadas de Venezuela y la FAO, en Roma.
Benedetti es un espécimen que tiene tanto de lagarto y lobo como de fantoche oportunista que se ha burlado en la cara de 50 millones de colombianos a los cuales nos debe, no solo el haberle engordado sus cuentas por mantenerlo como congresista durante 20 años y pagarle como empleado público en diferentes etapas de su vida, sino explicaciones sobre las declaraciones que este comunicador social dio, en un ataque de ira contra su exempleada, Laura Sarabia, sobre la financiación de la campaña que llevó a Gustavo Petro ser presidente de la República.
En medio del barullo diario de este país, que produce noticias una tras otra sin cesar, episodios como el de este exsenador terminan desplazándose en nivel de importancia hasta caer en ese peligroso letargo que, en terrenos judiciales, se denomina vencimiento de términos.
“Lo que yo no entiendo, Laura. Lo que tú me conoces a mí. El cuento del tigre, al tigre hay que dejarle una salida porque, si no, se tira encima de las personas. Y tú sabes que yo soy tigre que, sin salida, de pronto me tiro encima de las personas”, dijo un enfurecido embajador en Caracas, a manera de reclamo, a la mujer que fue su mano derecha, con quien incluso compartieron niñera, en medio de unas conversaciones que fueron publicadas, en su momento, por la Revista Semana.
Tanto Benedetti como Sarabia, convertida en la mano derecha del presidente Petro, fueron separados de sus cargos temporalmente mientras daban la vuelta para entrar de nuevo por la puerta de atrás a la burocracia oficial, sin importar que ambos tienen investigaciones en curso, pues su cercanía con el primer mandatario se tiene que pagar de alguna manera, sin importar las cuentas pendientes con la justicia.
El flamante embajador del despropósito, aprovechando su fuero diplomático, se ríe ahora de las autoridades luego de protagonizar un episodio de violencia contra su actual esposa en España.
El presidente Petro, tan locuaz en sus redes sociales, guarda silencio sobre su compañero de correrías. Lo que valen los secretos.