¿El fútbol de Europa podrá hacer olvidar las crisis mundiales y sus consecuencias sociales y económicas tan grandes? una sacudida para los anfitriones que quieren salir de su deprimida situación y celebrar un verano que al menos en un mes les haga sentir que existen.
En Alemania su federación de fútbol hace su parte, ahora los seguidores están silenciados, pero saben que la emotividad de una victoria de la selección nacional de fútbol en el partido inaugural contra Escocia inundará de algarabía calles y bares. Todos lo esperan, salir de esa sensación deprimida que les provoca sentirse en guerra. Esperan un verano que rompa la tristeza de un destino condicionado por sus lideres políticos.
Han pasado tantas alegrías y tristezas que las primeras hicieron olvidar pronto las segundas, ahora una nueva victoria total recompondrá el ánimo que quizás está sucediendo en cada selección participante.
En paralelo una historia ineludible, grandes acontecimientos deportivos en los últimos tiempos no se han celebrado en “supuestas” democracias limpias. El fútbol lleva la idea de unión social, traspasa fronteras para un mundo mejor y exige freno a excesos de poder que imponen «canallas» incongruentes.
El fútbol aparece como un acto de misericordia frente al odio y la enemistad. Las federaciones de fútbol de cada país trabajan con cierta autonomía, siguen afectados por la geopolítica.
Alemania quiere ser el huésped anhelado del continente, su ordenamiento disciplinado e impecable que el mundo reconoce. La localia favorece que sea el fútbol de su selección la que los aleje del tormento, sólo quieren un gran evento en su país democrático que no permite que las voces críticas sean silenciadas.
El orden básico libre de los alemanes está en todas las clases y este torneo con millones de invitados es útil al momento, pero es inocultable que será limitado incluso alcanzando el trofeo de campeón. La sombra de la guerra agobia el entusiasmo que provocan los ausentes del fútbol.
La gente del común mira el corazón de Europa y los moralistas merodean por allí para sumarse a la victoria, esos son tipos de una rara mezcla, conducen celebraciones al delirio mientras impulsan andanadas de munición para la guerra. Alemania no quiere alimentar esa sensación en sus invitados. Los derechos humanos, la sostenibilidad y la diversidad deben verterse por el fútbol, sin obstáculos, pero en tiempos de guerra no se puede esperar mucho más.