EDITORIAL
La crisis que ha provocado la pandemia del coronavirus tiene gran afectación en todas las actividades, pero particularmente la salud y la economía. La llegada de las vacunas contra el virus y el anhelado crecimiento de los ingresos en 2021 serán determinantes para salir del escollo.
El presidente Iván Duque intervino y mediante decreto ha fijado un alza salarial del 3.5% al salario mínimo, mucho menos de lo esperado por los trabajadores y poquito más de lo ofrecido por los empresarios. Subió 1.000 mil pesos, dinero con el cual sólo compras un par de huevos de pésima calidad nutricional o una aspirina.
La imagen del presidente, venida del sótano a comienzos del 2020 ha logrado hasta hoy una notable recuperación por las acciones efectivas para enfrentar la pandemia, pero va a caer nuevamente desde hoy por el exiguo aumento al salario mínimo.
Si el 14 % propuesto por los trabajadores conducía a situaciones de riesgo productivo, tampoco el 2% constituía un ofrecimiento honesto. Desde esta editorial quisimos aventurarnos y especular un poco creyendo que finalmente el presidente abandonaría las espantosas influencias de su ministro Alberto Carrasquilla y los sugeridos por agremiaciones económicas y empresariales, creímos aquí que establecería un aumento circundante al 8%. No sucedió, el golpe no sólo es desalentador a la clase obrera y trabajadora en general, también va a seguir calentando los ánimos partidistas que enquistan odio y obligará a un redireccionamiento del gobierno si quiere dejar alguna ventaja en las elecciones de 2022.
A una pregunta «¿Qué espera de su trabajo en 2021?» más del 60 % respondió: «¡Aumento de salarios!». Es comprensible: en una crisis como la actual estúpidamente se quiere dinero que si bien no produce plena felicidad si contribuye a descender la depresión activada por la pandemia y con alarmas en todos los sectores de la población.
El personal calificado que lucha su ingreso al mercado laboral tendrá un salario más bajo. Y aquellos por quienes los empleadores no quieren luchar se quedarán sin trabajo, va a pasar.
El «descreste» en Colombia es que el salario mínimo pasó el millón de pesos, una ilusión banal, un devaluado millón que hace 20 años suponía un ingreso digno, hoy no.
Con un recurso de mil pesos diarios de aumento salarial para 2020, el atentado es general, trabajadores y empleadores verán disminuidos sus ingresos, habrá menos circulante y con ello desventaja al sistema que se inspira y se hace sostenible en el consumo. Es simple no es posible enfrentar un crecimiento de la producción con el incremento ínfimo de mil pesos diarios.
El gobierno se escuda en los gastos provocados por la pandemia, subsidios, créditos y el costo de las vacunas, también el endeudamiento con la banca internacional que a entender de muchos tiene la pandemia como su fin. Esta banca ha endeudado 30 años más a los países emergentes, deuda no impagable, pero si consecuentemente ralentizante.